Lo que no ha explicado la homeopatía

La ilusión de la dilución

¿Por qué cuando se le pregunta a un homeópata que defina, en pocas palabras, el funcionamiento de la homeopatía, desvía constantemente el tema y lo lleva a demostraciones de eficacia de su disciplina que caen sí o sí en falacias de argumento? Inmediatamente apelan a la opinión de sus pacientes, a la aceptación de la homeopatía en otros países de primer orden, como Alemania y Francia, a que tienen 200 años “sin que nadie demuestre que no funciona” (cosa que por otro lado es mentira), a que existen universidades que preparan médicos homeópatas… sin decir o aceptar lo que postula la homeopatía.

Se puede explicar en palabras sencillas el funcionamiento de los medicamentos que la medicina científica ha desarrollado. Esto es así porque están basados en el conocimiento del cuadro de una enfermedad en particular. Qué la causa, qué síntomas se presentan, por qué se presentan y se sigue avanzando en aquellas muchas que no comprendemos del todo.

Por ejemplo, podemos explicar que unos antibióticos destruyen la membrana que rodea a la bacteria que causa la enfermedad y hacen que explote (como la penicilina). Que otros antibióticos interfieren con la síntesis de proteínas de los procesos vitales de la bacteria (macrólidos) o impiden la replicación de su material genético (quinolonas) y por tanto su proliferación.

Podemos explicar varios tipos de cáncer y cómo actúa cada procedimiento médico para detener y eliminar la propagación de células cancerígenas.
Podemos explicar en párrafos cortos o videos sencillos como actúa la quimioterapia para inhibir la propagación de células con cáncer.

Podemos explicar perfectamente como actúa un antihistamínico, qué cantidad de sustancia activa se requiere, qué mecanismos físicos, químicos y biológicos intervienen en su funcionamiento y qué resultados se pueden obtener, que efectos secundarios se esperan, quienes son propensos a ellos etc.

Lo que se comprende, y sobre todo, lo que es demostrable, se puede explicar en palabras sencillas. El principio de falsabilidad en la ciencia es precisamente la necesidad de elaborar una explicación que se pueda comprobar como correcta o equivocada, para poder experimentar sobre ese supuesto. Es el sine qua non de lo demostrable.

Algo así no ha pasado en la “medicina” homeopática… durante más de 200 años. No ha podido la homeopatía desarrollar un modelo de su funcionamiento, comprobable y que se ajuste a los descubrimientos científicos que gobiernan la práctica médica, esto es, que no contradiga aquellos principios que sabemos correctos en múltiples disciplinas, como la química, la física, la biología, la genética, la biología molecular, el estudio del funcionamiento de los órganos y tejidos corporales y muchas más.

Por ejemplo, no ha podido decir algo como :
una porción infinitesimal de materia (explicando por qué debe ser así) actúa en tal parte del organismo ( o de la célula, o del sistema nervioso) causando tal y tal reacciones (definiéndolas después y explicando su mecanismo físico/biológico ) que es contraria a la que la misma sustancia, en cantidades mayores, causaría a dicho organismo.
…y después, comprobarlo con experimentos controlados y replicables.

La pregunta que ningún homeópata responde cuando se le pregunta:
¿Cómo actúa la homeopatía en el cuerpo?, ¿Cómo una “memoria en agua”, por algún mecanismo físico que seguro deberían de saber, causa efectos opuestos a los que causaría aquella sustancia que recuerda?

Si eso, que es básico en una disciplina, no pueden lograrlo, no me extraña que jamás aparezcan en los medios descubrimientos, avances, nuevas técnicas, mejoras y curas en enfermedades (cualquiera que estas sean) basadas en los postulados de la “medicina homeopática”. Todo en ella son curas en enfermedades con remisiones debidas a que cumplen un ciclo o se curan solas o por las defensas naturales del enfermo y no necesitan tratamiento , o son remisiones espontáneas de tumores.

Jamás en los medios un hallazgo homeopático del nivel del descubrimiento del ADN, o de la vacuna contra el polio, o del trasplante de corazón, o de la penicilina, que haya salvado millones de vidas.
Ningún Premio Nobel derivado de la práctica de las supuestas enseñanzas de la homeopatía.

Una gran cantidad de usuarios de homeopatía creen que ésta es medicina porque sus padres la usaron, porque ven “farmacias homeopáticas” en las calles, porque ven frasquitos que parecen medicamentos y se venden como tales. Y una gran cantidad de ellos piensan que la homeopatía está basada en la herbolaria, en lo natural, en lo orgánico y que los productos homeopáticos contienen sustancias derivadas de hierbas o semillas.

Muchos usuarios se sorprenden cuando les explicas que los medicamentos homeopáticos no contienen nada (nada) de esas sustancias… ni de ninguna otra.

Cuando les explicas que la homeopatía se basa en la creencia antigua (muy cercana a la Mágia Simpática) de que “lo similar cura lo similar” (similia similibus curentur) y que de eso se concluye, por ejemplo, que para curar una quemada, hay que usar algo que queme, muchos comienzan a dudar de que eso sea la homeopatía. Y apenas comienza lo increíble.

Peor es cuando les explicas que, hace 200 años, cuando no se sabía ni de virus ni de bacterias, a un médico alemán llamado Hahnemann se le ocurrió (así, como epifanía) que en cantidades mínimas una sustancia podría causar un efecto contrario al que causa en cantidades mayores. Hahnemann creía que las causas subyacentes de las enfermedades eran fenómenos que llamó miasmas y que los remedios homeopáticos actuaban sobre ellos. Estos son preparados por diluciones sucesivas (esto es, con cantidades cada vez menores ) de la sustancia que se cree que puede curar, en alcohol o en agua destilada, y seguidas de un enérgico golpe a un cuerpo elástico (usualmente un libro encuadernado en cuero).

Usualmente la cantidad de diluciones continúa mucho más allá del punto donde ya no permanecen moléculas de la sustancia original. Los homeópatas creen (no se puede usar otra palabra) que después de las diluciones, el agua en la que fue diluida la sustancia “recuerda” a la sustancia y entonces toman esta agua y la colocan en pastillas de azúcar o de lactosa y las venden como medicamento.

Por increíble que parezca, los laboratorios de medicamentos homeopáticos continúan haciendo esas diluciones en agua de las sustancias que suponen que curan y tienen el descaro de colocar etiquetas que indican el número de diluciones que se hicieron para cada frasco. Por supuesto los exámenes que se hacen en laboratorio para analizar esos “medicamentos” no encuentran nada de la sustancia que dice la etiqueta.

Sobre cómo es que actúa esa sustancia si ya no está ahí ni una molécula de ella, o cómo actúa (suponiendo, sin conceder,que está) en el cuerpo, y qué mecanismos hacen que esa sustancia, que supuestamente tiene un efecto contrario al que se espera que produzca en el cuerpo del enfermo, suscitan una reacción en el organismo, a nivel de tejido, de sangre, de molécula o atómico.

De esa explicación nada… nunca.