Dos calacas

Otoño:
La calaca negra
de la paloma lóbrega
y la calaca blanca
de la sonrisa cínica
la dentadura rígida
ante la pregunta clásica
que le escuchara a Hamlet
en aquel Bad Quatro
cuando la Ofelia niña
nos salvaría rezando
cuando este sueño
acabaría despertando
a un nuevo sueño
intercambiando el dato
intermitiendo el flujo
del pensamiento vano
la sensación de vida
y el sopor entelonado
en la cristalina aurora
de un nacer vedado:
sabiéndolo todo
y aceptándolo callado.

 

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