Libertad de expresión en los campus modernos

En mi opinión, lo “políticamente correcto” está dando al traste con el pensamiento racional, con el derecho a expresar inconformidad ante ciertos modos de aprehender la realidad, con el derecho a expresar opiniones respecto a creencias religiosas, políticas, económicas etc.
Me pareció que este tema debe ser mejor conocido y me di a la tarea de traducir un excelente artículo de Camille Paglia, aparecido en inglés en este sitio:
http://thesmartset.com/free-speech-the-modern-campus/

Es imperdible…

Breve presentación.
La moderna idea de que se tiene que proteger a algunos grupos que se pueden sentir ofendidos si se opina en contra de sus creencias, o que no se tiene que ofender a nadie al momento de expresar ideas, se ha convertido tácitamente en la coartada para que no se discutan abiertamente temas que políticamente no convienen a grupos de poder o a grupos que quieren el poder.
Todo puede y debe ser cuestionado. Cualquier idea o posición ideológica, religiosa, metafísica, filosófica, económica o científica.
Teologías y seudociencias a la palestra!
Las ideas se discuten y se debaten. Solo se debe respetar la integridad física.
La blasfemia, la herejía, la disención y la disidencia son modos de expresión, y mientras no se llegue a la agresión o la violencia, debemos aprender a vivir con ellas en un mundo que trata de comprender la naturaleza.
Cualquiera tiene derecho a opinar sobre cualquier tema. Ya tocará desmentir, apuntar o disentir, y la veracidad de sus argumentos pesará más que su suceptibilidad a sentirse ofendido.
Quien se sienta ofendido por su interpretación del discurso de alguien sobre su ideología o filosofía, no asume correctamente que ser parte de esa filosofía o creencia lo convierte en alguien que debe aceptar que otros no compartan su puntode vista.
La auto-victimización de ciertos grupos sociales no ayuda en nada a la causa que defienden. Así, intentar un lenguaje especial o nuevo para referirse a las mujeres, a los homosexuales, a los religiosos (o a los ateos, los veganos, los científicos etc.) impide la libre expresión y torna la arena para la discusión en terreno accidentado donde la “corrección” priva sobre los razonamientos.
Negar la expresión de las ideas es un caso aún más peligroso, y tristemente está sucediendo, aún en universidades y foros abiertos. Recientemente, en una universidad americana, se impidió la entrada a una conferencista cuyo tema era el islam. Un grupo de estudiantes protestó contra su aparición en el campus, y la autoridad, sintiendo que protegían la manera de pensar de ese grupo de estudiantes canceló la conferencia. De más está apuntar que una universidd que se precie de serlo, debe fomentar el debate de todo tema que tenga relevancia argumental ( e importancia social) y debe fomentar el debate entre posiciones encontradas si estas tienen un peso académico suficiente.

En otro caso reciente, un grupo feminista cabildeó para que el conocido zoologo Richard Dawkins fuera “desinvitado” a un congreso donde era ponente/conferencista, aduciendo ( por malinterpretaciones obvias) que sus ideas eran contrarias y ofensivas en relación a ese grupo feminista.

Debo mencionar que con estas ideas, no apoyo que las universidades permitan “eventos” disfrazados de conferencias para dar voz a charlatanes. Darles espacios universitarios a charlatanes es como si la universidad les diera un espaldarazo de viabilidad racional. No todo tiene suficiente calibre racional para ser presentado como alternativa al “mainframe”, pero eso es otro tema.

Por otro lado, es cada vez más chocante que, ciertos creyentes se sientan ofendidos cuando alguien opina que sus creencias religiosas están basadas en errores de concepto o francamente en falsedades, y demandan judicialmente a quienes expresan, casi siempre con buenos argumentos, posiciones y criterios que no concuerdan con su fe. Y ni hablar del caso Charlie Hebdo o similares.

Mucho del problema de lo “políticamente correcto” es debido a una mala educación en términos culturales, y mucho (demasiado) a las perniciosas ideas de los posmodernistas.

He aquí la traducción al artículo de marras:

Este documento es una versión modificada de una charla que se dio en el Smart Set Forum: “La libertad de expresión en el campus de la universidad” el 21 de abril 2016 en la Universidad de Drexel. El Foro fue patrocinado por el Pennoni Honors College.

“La libertad de expresión en el campus de la universidad”
por Camille Paglia

Nuestras actuales controversias sobre la libertad de expresión en el campus en realidad representan la segunda serie de batallas en una guerra cultural que surgió en los EE.UU. durante la década de 1980 y que se calmó a mediados de la década de 1990 – su cese fue probablemente debido a la aparición de la World Wide Web como un vasto y nuevo foro de ideas disidentes. La apertura de la web dispersó y en parte disipó las energías hostiles que se habían acumulado y que arden en la corriente principal de los medios de comunicación acerca de lo políticamente correcto durante casi una década. Sin embargo, esos problemas obstinadamente han vuelto, porque nunca fueron asumidos con total o plena conciencia por las administraciones universitarias o profesores desde la primera vez. Ahora, una nueva generación de estudiantes universitarios, nacidos en los años 1990 y nunca expuestos a un debate público abierto sobre la libertad de expresión, ha traído sus propias suposiciones y expectativas en el conflicto.

Como veterana de más de cuatro décadas de la enseñanza universitaria, casi en su totalidad en las escuelas de arte, mi decepción principal es con la el profesorado universitario Americano, cuya inmensa mayoría falló desde el principio en reconocer la importancia de la corrección política como un tema académico y que pasivamente permitió a una burocracia hinchada en el campus, empoderada por una regulación federal intrusiva, usurpar la responsabilidad histórica de la facultad y su prerrogativa para dar forma a la misión educativa y proteger la libre circulación de las ideas. El resultado final, creo, es una violación de los derechos de libre expresión de los estudiantes, así como del profesorado.

¿Qué es lo políticamente correcto? Tal como lo veo, es una característica predecible del ciclo de vida de las revoluciones modernas, a partir de la Revolución Francesa de 1789, que fue inspirada por la revolución americana de la década anterior, pero que se volvió mucho más violenta. Una primera generación de rebeldes osados derroca un establecimiento fosilizado y sale del paisaje sembrado de ruinas. En la era post-revolucionaria, los rebeldes empiezan a luchar entre sí, lo que puede dar lugar a persecuciones y asesinatos. El sobreviviente victorioso entonces dirige, como los tiranos que fueron derribados en el primera instancia. Esta es la fase de la corrección política – cuando la vitalidad de la revolución fundacional se ha ido y cuando los principios revolucionarios se han convertido en meros lemas, fórmulas verbales impuestas por burócratas, es decir, los funcionarios del partido o administradores que matan las grandes ideas institucionándolas.

Lo que acabo de describir es la psicobiografía política de los últimos 45 años de vida universitaria americana. Mi premisas, basadas en mi propia experiencia en la universidad en los albores de la contracultura, son las del radical Movimiento pro Libertad de Expresión que estalló en la Universidad de California en Berkeley en el otoño de 1964, mi primer semestre en la Universidad Estatal de Nueva York en Binghamton. Las protestas de Berkeley fueron conducidas por un italoamericano nacido en Nueva York, Mario Savio, que había trabajado el verano anterior en una unidad de registro de votantes para afroamericanos no representados en Mississippi, donde él y dos compañeros fueron agredidos por sus actividades. Cuando Savio trató de recaudar dinero en Berkeley para una unidad prominente del movimiento de derechos civiles, el Comité Coordinador Estudiantil No Violento, fue detenido por la universidad debido a la prohibición oficial de la actividad política en el campus.

El levantamiento en Berkeley llegó a su clímax con el encendido discurso de Savio sobre los pasos de Sproul Hall, donde denunció a la administración de la universidad. De los 4000 manifestantes en la plaza Sproul, 800 fueron detenidos. Esa demostración encarna la esencia de la década del activismo de 1960: desafió, reprendió, y redujo la autoridad en la búsqueda de la libertad y la igualdad; no exigió, como sucede demasiado a menudo hoy en día, que la autoridad se ampliará para crear protecciones especiales para grupos definidos, de manera reductiva, como débiles o vulnerables o para crear amortiguadores para no herir los sentimientos de los jóvenes sensibles a la ofensa. Los progresivos 60’s, predicaron el individualismo asertivo y la liberación de la energía natural de los controles sociales, querían menos vigilancia y menos paternalismo, ni más ni menos.

Toda la trayectoria política y cultural de las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial en los EE.UU. fue un movimiento alejado de las represiones del enfrentamiento de la Guerra Fría con la Unión Soviética, cuando el Comité de Actividades Antiamericanas de la Cámara de Representantes de EE.UU. buscó signos de la subversión comunista en todos los ámbitos de la vida americana. Un objetivo era visible, la industria del cine de Hollywood, donde muchos liberales de hecho habían sido atraídos por el Partido Comunista en la década de los 30, antes de que fueran conocidas las atrocidades del régimen estalinista. Para defenderse de una mayor investigación federal, los principales estudios pusieron en una lista negra a muchos actores, guionistas y directores, algunos de los cuales, como uno de mis directores favoritos, Joseph Losey, huyeron del país en busca de trabajo en Europa. A Pete Seeger, el líder del politizado movimiento de música popular, cuyas raíces estaban en el activismo social de los mineros del carbón de los Apalaches en la década de 1930, se le prohibió la aparición en la red de televisión de los EE.UU. en la década de 1950 y 60.

Hubo victorias esporádicas que fueron insignias para la libertad de expresión en el ámbito literario. En 1957, la policía local allanó la Librería City Lights en San Francisco y detuvieron al gerente y propietario, poeta el poeta beat lawrence Ferlinghetti, por la venta de un libro obsceno, un poema épico de protesta de Allen Ginsberg, “Howl”. Después de un largo juicio, muy publicitado, “Howl” fue declarado no obsceno, y se retiraron los cargos. la editorial Grove Press, propiedad de Barney Rosset, jugó un papel heróico en la batalla contra la censura en los EE.UU. En 1953, Grove Press comenzó a publicar libros de bolsillo asequibles y accesibles de las voluminosasobras prohibidas del Marqués de Sade, un importante pensador sobre el sexo y la sociedad al cierre de la Ilustración. En 1959, la edición Grove Press de 1928 de la novela de DH Lawrence, “El amante de Lady Chatterley” , entonces prohibida en los EE.UU., fue confiscada por obscena por el Servicio Postal de Estados Unidos. Rosset demandó y ganó el caso en apelación federal. En 1961, la publicación de Grove Press de otro libro prohibido de 1934, la novela de Henry Miller, Trópico de Cáncer , condujo a 60 juicios por obscenidad en los EE.UU. hasta que en 1964 fue declarada no obscena y su publicación permitida.

Uno de los símbolos supremos de la libertad de expresión de nueva era militante fue Lenny Bruce, que con Mort Sahl transformó la comedia “stand-up” de sus raíces vaudevil inocuo en un medio de comentario social y político mordaz.El alarde de la blasfemia y la escatología en sus improvisaciones en las presentaciones en el escenario de Bruce, llevó a su detención por obscenidad en San Francisco en 1961, en Chicago en 1962, y en Nueva York en 1964, donde él y Howard Solomon, propietario del Café Au Go Go en Greenwich pueblo, fueron encontrados culpables de obscenidad y condenado a la cárcel. Dos años más tarde, mientras que su convicción estaba todavía en apelación, Bruce murió de una sobredosis de drogas a los 40 años.

A esta constante tendencia liberalizadora se le dio un gran impulso por la revolución sexual, que fue lanzada en 1959 por la comercialización de la primera píldora anticonceptiva. En Hollywood, el código de producción de estudio puritana, que había sido aprobada a principios de 1930 bajo la presión de grupos conservadores como la Liga de la Decencia y la Conferencia Estadounidense de Obispos Católicos, estaba rompiendose gradualmente y finalmente fue abandonado a finales de los años 1960. El nuevo estándar de expresión sexual se define por las películas de arte de Europa, con sus guiones sofisticados y la desnudez franca. La música pop empujó contra las normas de la comunidad: en 1956, los giros de cadera-orientable de Elvis Presley fueron cortadas de las cámara de televisión por ser demasiado sexuales para el Show de Ed Sullivan, que era entonces una institución nacional. Todavía en 1967, el programa de Ed Sullivan estaba tratando de censurar las letras de canciones de grandes bandas como The Doors y los Rolling Stones, que imitaban la explicitud sexual de los blues rurales y urbanos afroamericanos. (Los Rolling Stones capitularon ante Sullivan, pero The Doors se defendieron – y nunca fueron invitados en su programa de nuevo.) Estudiantes universitarios de clase media en la década de 1960, incluidas las mujeres, comenzarona usar libremente palabras de cuatro letras que pocas veces se ha escuchado en nuestras conversaciones decentes, excepto brevemente durante la moda “flapper fad” de la década de 1920. A principios de la década de 1970, las mujeres por primera vez asistieron audazmente a teatros que mostraban pornografía y ayudó a los grandes éxitos de películas clasificadas X como “Garganta Profunda” , “Detrás de la puerta verde” , y “El diablo en la señorita Jones” .

En resumen, la libertad de expresión y la libre expresión, no importa cuán ofensivas o chocantes, estaban en el corazón de la revolución cultural de 1960. La libertad de expresión es un arma principal de la izquierda contra el moralismo y el conformismo de la derecha. ¿Cómo, entonces, debemos preguntarnos, el izquierdismo en el campus, en los EE.UU. ha sido tan transformado que ahora anima, hace suya, y celebra la supresión de las ideas, incluyendo aquellas que cuestionan su propia agenda actual y la ortodoxia?

Mis conclusiones se basan en mi observación personal como académica de carrera. A pesar de la afirmación de los conservadores, por muchos años ha sido que los “radicales vitalicios” invadieron las universidades en la década de 1970, sostengo que no hay ahí auténticos radicales de los 60s , a excepción de Todd Gitlin, el presidente de SDS (Estudiantes por una Sociedad Democrática), se volvieronprofesionistas y alcanzaron el éxito. Si entraban en la universidad, la mayoría de ellos abandonaron. Entrar en la escuela de posgrado era visto, de hecho, como una traición. Por ejemplo, durante mi último semestre en la universidad en 1968, me encontré cerca de la fuente del patio con el líder de los radicales del campus, que me increpó por mi plan para asistir a la Escuela de Graduados de Yale. “En la escuela del graduados no es donde está sucediendo!” Despectivamente me informó. “Y si vas a algún lugar, vas a ir Buffalo!” Da la casualidad de que había “aplicado” efectivamente y había sido aceptada en la Universidad Estatal de Nueva York en Buffalo, donde me hubiera encantado haber trabajado con la crítica psicoanalítica Norman Holland y el notorio crítico de izquierda, Leslie Fiedler, cuya polémica obra maestra 1960, “Amor y muerte en la novela americana” , había tenido una gran influencia en mí. De hecho, Fiedler acababa de convertirse en un héroe popular de la contracultura del año anterior, cuando la policía allanó su casa de Buffalo y lo detuvieron por posesión de drogas, un desastroso incidente que él haría crónica en su libro de 1969, “Being busted” . En cualquier caso, yo había elegido Yale debido a su gran biblioteca, que yo urgentemente necesitaba para mi investigación, pero la advertencia mis compañeros estudiantes me picó y me sacudió.

No puede haber ninguna duda de que las universidades de elite como la Ivy League en ese período tenían una necesidad drástica de reforma. Su estilo prevaleciente WASP (White Anglo-Saxon Protestant) no era un clima hospitalario para las minorías raciales o étnicas, en particular judios e italo-americanos. Anglosajón Medieval era en realidad todavía un curso de primer año, requerido a los estudiantes graduados en la literatura Inglesa cuando llegué a la Universidad de Yale en 1968. Había sido, evidentemente, sólo una purga de profesores homosexuales varones del departamento de Inglés – se rumoreó que habían emigrado condado arriba, hasta un colegio solo para mujeres el Smith College en Massachusetts occidental. El departamento de Inglés sólo tenía una mujer miembro de la facultad, medievalista más bien conservadora. Mientras que las mujeres habían sido admitidas en las escuela de graduados hacía un siglo, la escuela de graduados de la universidad de Yale seguía siendo exclusivamente masculina y se volvió mixta mientras yo estaba allí – lo que fue un gran alivio, porque estaba cansada de ser vista como una intrusa exótica en la cavernosa sala de referencia principal de la Biblioteca Sterling. En mi clase anglosajona un día, el profesor Waspy joven por lo demás muy afable hizo una maniobra burdamente sexista, que también implió un insulto étnico en contra de la clase trabajadora Italo-Americana, que aún me choca y me da asco después de todos estos años. Los estudiantes de primer año no dijimos nada – no había un marco aún, para la crítica o la queja.

Para entender cómo la corrección política fue más tarde capaz de barrer como una plaga a través de Estados Unidos los departamentos de Humanidades, hay que destacar que el enfoque predominante de la literatura en Gran Bretaña y los EE.UU. desde la década de 1940 había sido la “Nueva Crítica”, la que con su enfoque en la explicación textual minimizando o totalmente excluyendo a la historia y la psicología. Cuando Leslie Fiedler, de Buffalo, quien anclaba la literatura tanto en la historia como en la psicología, incluyendo el sexo, dio una conferencia en la Universidad de Yale mientras yo estaba allí, ningún profesor del departamento de Inglés asistido. El ostracismo insultante de Fiedler no podría haber sido más evidente. Por difícil que resulte de creer ahora, mi tesis doctoral, “Personae sexual” , era la único disertación sobre el sexo en la Escuela de Graduados de Yale en ese momento. Hacer preguntas sobre el sexo y el género se considera de mala educación. Que, al igual que mi ferviente interés en los medios de comunicación y la cultura popular (que se consideraban frívolo), ciertamente complicó y casi descarriló mi primera búsqueda de un trabajo en la enseñanza.

Después de la revolución cultural de 1960, estaba claro que las humanidades se habían vuelto demasiado cerradas y se habían alejado de las preocupaciones sociales y que tenían reincorporar una perspectiva más histórica. Había muchos nuevos temas de interés contemporáneo que necesitaban ser añadidos al plan de estudios – el sexo y el género, el cine, los estudios americanos africanos-americanos y nativos entre ellos. Pero el plan entero de currículas de humanidades, exigió replensarse con urgencia. La solución verdaderamente radical habría sido romper la estructura departamental que separabaartificialmente, por ejemplo, los departamentos de inglés de los departamentos y francés y alemán. Con lo que toda la literatura como un solo campo habría creado un formato mucho más abierta y flexible para fomentar la exploración interdisciplinaria, como fertilizaciones cruzadas de la literatura con las artes visuales y la música. Además, yo quería un auténtico multiculturalismo, un plan de estudios que afirmase el valor y los logros de la civilización occidental, pero que se expandiera a nivel mundial para incluir otras civilizaciones importantes, las cuales se pueden estudiar en su desarrollo cronológico. A pesar de que soy atea, siempre he sentido que la religión comparada, un estudio de las grandes religiones del mundo a través del tiempo, incluyendo todos los aspectos de su arte, arquitectura, rituales y textos sagrados, era la mejor manera de enseñar auténtico multiculturalismo y lograr la comprensión mundial. El Budismo Zen estaba en el aire en la década de 1960 como parte de la herencia del movimiento beat de la posguerra, y el Hinduismo entró en la contracultura a través de la escena londinense, en parte debido a Ravi Shankar, un maestro de la cítara que llevó a cabo en el Festival Pop de Monterey en California en 1967.

Sin embargo, estas ampliaciones de disolución de límites no fueron por desgracia la ruta tomada por la Academia Americana en la década de 1970. En cambio, los nuevos departamentos y programas altamente politizados se crearon prácticamente durante la noche – sin la construcción incremental de los cimientos y la superestructura que se había ido, por ejemplo, en el largo desarrollo de la moderna departamento de Inglés. El resultado final fue una balcanización aún más en la estructura universitaria, con cada área gobernada como un feudo autónomo y con su discurso ideológico congelado en el momento de la creación de esa unidad. Los administradores querían estos programas y rápido – para demostrar la “relevancia” de la institución y para atajar las críticas externas o de la reclamación que podría obstaculizar solicitudes para la universidad y la deseable afluencia de dinero por la matrícula. Básicamente, los administradores metieron dinero a estos programas y dejaron que encontraran su propio camino. Cuando la Universidad de Princeton, tal vez la más enclaustrada y abiertamente sexista de las universidades de la Ivy League, se volvió mixta después de 200 años, en 1969, necesitaba unas pocas mujeres en la facultad para suavizar el aspecto del lugar. Por lo tanto, a toda prisa de compraron en ls alrededores a cualquier mujer que pudiesen llevar a la facutada, las encontraron principalmnte en los departamentos de inglés de escuelas de segundo nivel, las llevaron a bordo y, básicamente, les dejaron hacer lo que quisieran, sin diseño particular. (Hey, son mujeres – pueden hacer estudios de la mujer!)

Sostengo, desde mi consternado punto de vista en esos momentos, que estos nuevos programas agregados, rara vez si acaso, o nunca se fundaron en auténticos principios académicos; eran gestos de relaciones públicas destinados a sofocar las críticas de un pasado intolerante. En el diseño de de cualquier programa de estudios para mujeres, por ejemplo, sin duda, un requisito básico para los estudiantes debía tener seguramente al menos un curso de biología básica, por lo que el papel de las hormonas en el desarrollo humano se podría investigar – y rechazado, si fuese necesario. Pero no, los estudios de mujeres y los posteriores estudios de género evolucionaron sin hacer referencia a la ciencia y por lo tanto se aseguraron de que su ideología siguiera siendo parcial y unidimensional, haciendo hincapié en la construcción social del género. Cualquier otro punto de vista era considerado como herejía y prácticamente nunca se presentó a los estudiantes ni siquiera como hipótesis alternativa.

La actual corrección política en los campus se puede remontar, en última instancia, a la forma apresurada en que esos nuevos programas, incluyendo los estudios afroamericanos y nativos americanos, se construyeron en la década de los 70’s, un proceso que no sólo comprometió la formación profesional en aquellos campos pasado el tiempo sino que también les aisló en sus propios mundos y, por tanto, en última instancia redujo su impacto cultural más amplio. Creo que una mejor opción para la reforma académica habría sido el sistema británico descentralizado, tradicionalmente seguido en las universidades de Oxford y Cambridge, que ofrecía grandes áreas temáticas donde un estudiante podría buscar independientemente su especial interés. En cualquier caso, para cada nuevo departamento o programa añadido al plan de estudios de Estados Unidos, debía haber habido una pista de entrenamiento compartido central, la introducción de los estudiantes a la metodología de la investigación y de la historiografía, basada en la lógica y el razonamiento y el riguroso testeo de conclusiones basadas en la evidencia . El olvido de esa formación fundamental ha significado que muchos profesores universitarios, entonces y ahora, carezcan incluso de la más superficial conciencia de sus propias suposiciones y prejuicios. Trabajando en el campus solamente con ese sentir, trataron a la disidencia como una ofensa mortal que debía ser suprimida, ya que amenazaba a toda su historia profesional y visión del mundo. La ideología de los nuevos programas y departamentos, predicada sobre victimología, apenas se ha movido desde la década de 1970. Este es un caso clásico de la institucionalización del amortiguamiento y la fosilización de las ideas que fueron alguna vez genuinamente revolucionarias.

Permítanme dar sólo un ejemplo de corrección política fuera de control en los estudios de las mujeres del campus en los EE.UU. En 1991, una veterana instructora de Inglés y de estudios de la mujer en el campus de Schuylkill de la Universidad Estatal de Pensilvania planteaó objeciones a la presencia en su clase de una cuadro impreso de Francisco de Goya , La maja desnuda, famosa pintura de finales del siglo 18. La tradicional asociación de este trabajo con la Duquesa de Alba, interpretada por Ava Gardner en una película de 1958 llamada La maja desnuda, ha sidocuestionada, pero no hay duda de que la pintura, ahora propiedad del Museo del Prado de Madrid, es un punto de referencia en la historia del desnudo en el arte y que anticipó grandes obras del siglo 19 como la Olympia, de Manet .

La instructora llevó su caso a un comité llamado Comisión Universitaria de la Mujer, que la apoyó, y se le ofreció la posterior asistencia de un miembro del comité, el oficial de la oficina de Acción Afirmativa del campus, quien compartió su creencia de que había motivos para una queja de acoso sexual, basado en la cláusula de “lugar de trabajo hostil” en las regulaciones federales. La universidad, en respuesta a la queja, se ofreció a cambiar la clase de la maestra, que se negó. También se negó a una oferta para mover el cuadro a un lugar menos visible en el aula o para cubrirlo mientras ella estaba enseñando. No, ella insistía en que las imágenes de mujeres desnudas no deben exhibirse nunca en un aula – lo que por supuesto recorta un poco del arte occidental importante desde la antigua Grecia.

Por último, la maja desnuda se trasladó, junto con otros cuatro cadros impresos de arte clásico en el aula, a la sala de televisión del centro de la comunidad estudiante, donde se colocó un aviso, para alertar a los transeúntes desprevenidos, que el arte estaba presente – una especie de advertencia de “Entre bajo su propio riesgo”. Esta actuación de la Universidad parece haber sido considerada ampliamente como un acto de prudencia en lugar de lo que fue: una vergonzosa capitulación ante la corrección política. Hubo una avalancha de publicidad divertida sobre el incidente en la prensa, con la crítica de pasada expresada por destacados periodistas como Nat Hentoff (un guerrero de la libertad de expresión) y Robert Hughes, crítico de arte de toda la vida de la revista TIME. Pero la respuesta desde el profesorado docente interno fue sorprendentemente débil y limitada. Este era el momento, para todos los pensadores independientes, de condenar en todas partes del mundo académico estadounidense el ejercicio puritano de un instructor de literatura que se había hecho a sí misma un dictador en las artes visuales, un campo sobre el que ella estaba visiblemente mal informada. Lo que tenía ella era una ideología de memoria absorbida de los fanáticos anti-porno como la feminista Andrea Dworkin, cuyo intento de prohibir la venta de pornografía (incluyendo las revistas para hombres dominantes) en Minneapolis y Indianápolis había sido abatido en la corte federal de distrito en 1984 como una violación inconstitucional de los derechos de libertad de expresión. La instructora afirmó que ella estaba protegiendo a las futuras estudiantes mujeres del “clima frío”, creado por la Maja Desnuda . Pero en un artículo publicado más tarde acerca de la controversia, reveló que ella misma se sentía incómoda en presencia de la pintura. Escribió: “Me sentí como si estuviera de pie, desnuda, expuesta y vulnerable.” Lo siento, pero simplemente no se puede permitir que las neuróticos no cultivadas establezcan la agenda para la educación de las artes en América.

Aquí llegamos a uno de los aspectos más perniciosos de las políticas de identidad, ya que le dió forma a la actual universidad americana – la confusión de la enseñanza con el trabajo social. El tema de la evaluación política en el aula nunca se ha abordado adecuadamente por la profesión. La enseñanza y la investigación deben tratar de ser objetivos y distantes. El profesor como un ciudadano puede y debe tener fuertes convicciones políticas y actividades fuera del aula, pero en el aula, él o ella nunca debe tomar posiciones ideológicas sin, al mismo tiempo, reconocerlas como una opinión ante los estudiantes y haciendo hincapié en que todos los estudiantes son completamente libres para mantener y expresar sus propias opiniones sobre cualquier tema, sin importar lo discutible que sea, desde el aborto, la homosexualidad, y el calentamiento global a la existencia de Dios o de la veracidad de la teoría de la evolución de Darwin. Por desgracia, debido a la deficiencia de los colegios y universidades de Estados Unidos para buscar y apoyar la diversidad ideológica en sus campus, las facultades de humanidades han tendido hasta ahora hacia los demócratas liberales (entre los que me cuento) que a menudo parecen inocentemente desconocedores de que cualquier otra creencia es posible o creíble.

Los profesores de la vieja guardia de la Escuela de Graduados de Yale a finales de 1960 pueden haber sido aburridos y afectados, pero eran genuinos escolares, dedicados con pasión a estudiar y aprender. Ellos creían que tenían la obligación moral de buscar la verdad y expresarla con la mayor precisión que fuera posible. Recuerdo que se decía en su momento que la carrera de un investigador podría ser arruinado por saltarse una nota al pie. Un resultado trágico de la era de la identidad política* en la humanidad ha sido el colapso de los estándares académicos rigurosos, así como un fin al alto valor alguna vez concedido a la erudición, que ya no existe como un atributo deseable o incluso posible en la búsqueda de empleo para los nuevos profesores de facultad.

Otro problema en el mundo académico de 1970 fue una recesión del trabajo en las humanidades que surgieron al igual que la deconstrucción y el postestructuralismo llegaron de Europa. La de tendencia deconstructivista comenzó cuando J. Hillis Miller se trasladó de la Universidad Johns Hopkins de Yale y empezó a llevar a Jacques Derrida de Francia, como visitante regular. La moda de Derrida y Lacan fue seguida por el culto a Michel Foucault, que sigue siendo una deidad en las humanidades, pero a quien considero un derivado jugador cuyas teorías no tienen ningún sentido en absoluto sobre cualquier período anterior a la Ilustración. La primera vez que fui testigo de la discusión de un teórico con los profesores en un evento de Yale, dije exasperada a un compañero de estudios, “Son como altos sacerdotes murmurando entre sí.” Es absurdo que ese estilo teórico elitista, con su opaca y contorsionada jerga , fue considerado siempre de izquierda, como lo sigue siendo.la izquierda auténtica es popular, con una franqueza brutal de expresión.

Postestructuralismo, al afirmar que el lenguaje constituye la realidad, es una reversión reaccionaria del auténtico espíritu revolucionario de la década de 1960, cuando las artes se habían vuelto hacia una liberación radical del cuerpo y un nuevo compromiso con el territorio sensorial. Tratando a la lengua como la fuerza definitiva en el mundo – una tesis tontos que podrían ser fácilmente refutada por la danza, la música, o mayores de artes visuales en mis clases – el postestructuralismo estableció las bases para el estancamiento actual del campus donde el lenguaje ofensivo es tomado como daño material y que supuestamente tiene un poder mágico para crear la realidad. Más aún, el postestructuralismo trata a la historia como una narración falsa y fomenta un enfoque azaroso, fragmentado, impresionista que ha dado a los estudiantes una técnica sofisticada, pero poco conocimiento real de la historia misma.

La lamentable disminución en la calidad de las humanidades fue completamente obvia durante los cinco años de investigación que hice para mi libro de arte, “Glittering images” , que fue lanzado hace cuatro años. Elegí 29 imágenes que se extienden durante más de 3000 años desde el antiguo Egipto y leí la principal literatura académica sobre cada obra de pintura, escultura, arquitectura, o película, comenzando en el siglo 19 y continuando hasta el presente. En el gran período de la filología alemana, escribiendo sobre arte tuvo un enorme importancia tanto de concepción como dedetalle. El impacto de la filología se pudo sentir hasta bien entrado el siglo 20, como en la obra del gran historiador marxista del arte, Arnold Hauser, cuya magistral la historia social del arte , publicada en 1951, había tenido un gran impacto en mí en la universidad. La escritura sobre el arte se mantuvo fuerte a través de la década de 1960, pero comenzó a debilitarse con el impacto del posmodernismo y el posestructuralismo en los años 1970 y ’80. Desde la década de 1980 en adelante, me quedé muy sorprendida por su caída. Sí, había de vez en cuando el especialista cuyo trabajo era riguroso y fiable, pero no había nadie conun conocimiento grueso y la amplia visión expansiva de la historia del arte como en los principios del siglo 20 como Aby Warburg, Heinrich Wölfflin, y Erwin Panofsky. Lo que es peor, los libros de humanidades de las últimas dos décadas están sufriendo de encogimiento debibliografías , en donde los académicos jóvenes están revelandosistemáticamente que no han consultado libros publicados antes de 1980.

El problema de la corrección política se intensifica por el aumento de la obsesión de las humanidades y los departamentos de historia incluídos, en el “presentismo”, es decir, una preocupación por nuestra propia época moderna. Incluso el Renacimiento está siendo redefinido: es ahora llamado con torpeza y en mi opinión erróneamente “Moderno temprano”. El presentismo está incluso afectando museos importantes, cuando reparan y restauran excesivamente objetos antiguos para que se vean completamente como nuevos. Hace un año, por ejemplo, en conjunción con mi actual proyecto de investigación de la cultura americana nativa de la última edad de hielo, visité el Museo Nacional del Indio Americano, un hermoso edificio modernista en el Mall en Washington, DC, y tenía unas expectativas muy altas – de ahí mi sorpresa y horror por lo insulso y poco académico que eran las exposiciones. Todo el museo parece a una tienda de regalos glorificada, abastecido con displays brillantes, pantallas de carteles, juegos de luces y grabaciones molestas de charla vacua y alegre. Después de una larga búsqueda, finalmente encontré algo viejo y auténtico – una pequeña visualización de la imagen en una pantalla triste de un puñado de puntas de flecha y herramientas de piedra genuinos poco destacables de la zona de Washington. ¡He encontrado mucho mejores artefactos aquí mismo en los campos arados de sureste de Pennsylvania! El peor crimen de la corrección política es que ha permitido que las ideologías actuales atrofien nuestro sentido del pasado y reduzcan la historia a una letanía de frases inflamadas.

Para romper el estancamiento y restablecer la libertad de expresión en el campus, los educadores deben primero sacar del menú de cafetería en expansión a las materias optativas sobre-especializadas y volver a cursos de estudio generales basados en la historia y la cultura del mundo, procediendo por orden cronológico desde la antigüedad hasta la modernidad. Los estudiantes necesitan desesperadamente un marco histórico para comprender el pasado y el presente.

En segundo lugar, las universidades deberían patrocinar coloquios públicos regulares sobre los principales temas en los que se examinen ambos lados de opiniones encontradas, y que se discutan totalmente. Cualquier interrupción de la libertad de expresión en este tipo de foros se debe castigarse con sanciones académicas.

En tercer lugar, es mi posición, derivada de la revolución sexual de 1960 que puso fin a las reglas del campus parietales, que las universidades deben permanecer totalmente fuera de la vida social privada de cada estudiante. El paternalismo intrusivo de lasuniversidades de Estados Unidos en esta área es una violación inaceptable de los derechos de los estudiantes. Si se comete un delito en el campus, se debe informar a la policía. No hay tal cosa como un “espacio seguro” perfecto en la vida real. Riesgo y peligro son intrínsecos a la existencia humana.

A medida que aumentaron estratosféricamente los costos de matrícula en el último cuarto de siglo, colegios y universidades de Estados Unidos cambiaron a “modo de consumo” y ahora se han convertido más como en centros comerciales – ¡que no quieren molestar a los clientes que pagan! que en instituciones educativas.Pero toda la experiencia de la universidad debe basarse en hacer frente a nuevas y perturbadores ideas. Los estudiantes deben aceptar la responsabilidad personal por sus propias decisiones y comportamientos, y los administradores de la universidad deben dejar de comportarse como padres sustitutos y terapeutas. Los valores últimos de cualquier universidad deben ser el libre pensamiento y la libertad de expresión.

CAMILLE PAGLIA es el profesora de la Universidad de Humanidades y Ciencias de la Información de la Universidad de las Artes en Filadelfia, donde ha enseñado desde 1984. Recibió su licenciatura de la Universidad Estatal de Nueva York en Binghamton en 1968 y su Maestría en Filosofía. y Ph.D. títulos de la Universidad de Yale en 1971 y 1974, respectivamente. Sus seis libros son: Personae sexual: Arte y decadencia de Nefertiti a Emily Dickinson (1990); sexo, Arte y Cultura de América (1992); Vamps y vagabundos: Nuevos ensayos (1994); los pájaros , un estudio de Alfred Hitchcock publicada en 1998 por el British Film Institute en su serie Classics; Break, Blow, Burn: Camille Paglia Lee Cuarenta y tres de los mejores poemas del mundo (2005), y las imágenes que brillan: Un recorrido por el arte de Egipto a Star Wars (2012) . Su tercera colección de ensayos es bajo contrato con Pantheon Books.

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*La identidad política (identity politics) es una forma de Identidad social que marca la pertenencia a ciertos grupos que tengan en común una lucha por alguna forma de poder. Esta puede incluir una identificación con un partido político, pero también se aplica a las tomas de posición relativas a cuestiones políticas específicas, a las posiciones en relación con el nacionalismo, a las relaciones interétnicas o a los ejes ideológicos más abstractos. (Nota del traductor)

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