En días pasados he participado en pláticas que tocan un tema en común. Las “normas tradicionales”. En ámbitos diferentes, se habló de la sabiduría de seguir lo que un conjunto de normas que han pasado de boca en boca a través de generaciones aconseja para salir adelante en ciertas situaciones o lograr ciertos resultados.
Tal fue el caso de los consejos que se dan comunmente a los ajedrecistas noveles, y en el caso de los consejos que dan “en los ranchos” para sembrar o para construir una cerca.
En ambos casos, mi opinión fue que los conocimientos actuales han hecho que muchas de esas normas no sean ya tan efectivas como lo eran. Simplemente sucede que hemos acumulado en poco tiempo lo que en generaciones anteriores costó siglos, amén de que la problemática también se plantea con ciertas diferencias a la de antaño.
Para abundar en uno de los “por qués” que he expresado, me pareció interesante traducir un hermoso artículo que recientemente apareció en una de las revistas de astronomía a las que estoy inscrito. El autor es Jeff Hester y apareció en el número de Septiembre de la revista “Astronomy”. (Me llegan adelantadas).
Pensar fuera de la caja.
Tus antepasados tenían que hacer cuatro cosas bien.
Tenían que comer.
Tenían que evitar ser comidos.
Tenían que hacer frente a los elementos.
Y tenían que reproducirse.
Si hubieran fallado en alguna de esas cosas, no estarías aquí.
Hay un montón de maneras de hacer frente a esos desafíos. Algunas especies tomaron la ruta de las fauces afiladas y los grandes dientes. Otros aprendieron a ocultarse. Y otros simplemente se reproducían más rápido de lo que los depredadores podían comer.
La evolución llevó a los seres humanos por un camino diferente; somos inteligentes, y trabajamos juntos. La evolución nos proporcionó curiosidad, inteligencia para el uso de herramientas, la adaptabilidad y la capacidad para el lenguaje y la cultura. A medida que nuestros cerebros consiguieron ser más grandes y más complejos, nos fue bien, muy bien, por cierto.
Ahora estamos en la parte superior de la pila. ¡Aleluya! ¡Ganamos!
Bueno… más o menos. Los grandes cerebros son geniales para pensar, pero tienen algunas desventajas evolutivas graves. Una cosa de 1,4 kilogramos hecha de maraña de neuronas dentro del cráneo es algo muy caro para para alimentar! Mientras que constituye sólo un porcentaje pequeño de la masa corporal, el cerebro utiliza algo así como 20 por ciento de las calorías que quema el cuerpo.
El tamaño físico es otro problema. El parto humano es a la vez peligroso y doloroso, y al nacer estamos totalmente indefensos.
Todo, debido a los problemas mecánicos para expulsar un gran cerebro a través de una pelvis.
Así que sí, es bueno tener un motor de lujo de reconocimiento de patrones entre nuestros oídos. Pero la evolución favoreció cerebros que fueran exactamente no más grandes de lo que tenían que ser. Podrías decir que tenemos cerebros que siguen el “principio de Ricitos de oro”. Suficientemente inteligente, pero no demasiado, nuestro cerebro cabe en una caja que fue diseñada justo para el mundo para el que evolucionaron.
Si quieres ver una de las paredes de la caja, nada más mira el límite entre la física clásica y moderna. l cerebro era naturalmente excelente para lanzar y atrapar una pelota de béisbol, pero intenta llegar a cualquier lugar cerca de la velocidad de la luz, y las cosas se ponen en serio contrarias a la intuición. Trata de pensar en las partículas elementales, y es aún peor. Como dijo Niels Bohr en su famosa frase, “Cualquiera que no esté sorprendido por la teoría cuántica no ha entendido nada! ”
La relatividad y la física cuántica son difíciles de pensar por una razón muy sencilla. Pensar así no ayudó a tus tatarabuelos -muchas veces preocupados en encontrar su próxima comida!
Sin embargo, hemos salido fuera de esa caja. Sabemos de cosmología y espacio-tiempo curvo. Sabemos de las funciones de onda.
Echar abajo esas paredes no fue fácil. Significó redefinir nuestro propio concepto de conocimiento. Significó la sustitución de modos de pensar cómodos, con creatividad, audacia y razonamiento frío. Significó observación y experimentación y aceptar a donde nos llevaron, sin importar si nos gustó el destino.
Los seres humanos nunca captaron electrones o el Big Bang de la misma manera visceral con que captamos nociones como “días” o “rocas” pero intelectualmente llegamos allí! Y cuando lo hicimos, cambiamos el mundo.
La diferencia entre las bolas de billar y los quarks es difícilmente el único lugar donde nos encontramos con las limitaciones de nuestro programación. Durante la mayor parte de nuestra historia evolutiva, generación tras generación se enfrentó al mismo tipo de desafíos. Así que si las soluciones de tus antepasados funcionaban para ellos, había una buena posibilidad de que funcionaran también para ti. La existencia misma de la tribu era recomendación suficiente para que se usara su forma de hacer las cosas.
En ese mundo, convenía ser conservadores porque la mentalidad conservadora funcionó. Cuestionar el status quo era verdaderamente peligroso. “Mejor” podía ser enemigo de “suficientemente bueno”, y mientras que el pensar era bueno, ¡tratando de ser demasiado inteligente podrías no sobrevivir para convertirte en ancestro de nadie!
Así la evolución puso una caja alrededor de nuestro cerebro. Es difícil liberarse de la tradición, el pensamiento de grupo, la conformidad y el tribalismo porque están inter-construidos en la caja.
Lo cual estaría todo correcto y bueno, si no fuera por el hecho de que no viviremos en el Pleistoceno nunca más.
Cuando nos enfrentabamos a un reto, millones de años de evolución lanzaban un grito en nosotros para mantenernos pegados a las creencias y comportamientos tradicionales. Pero hacer caso a ese grito hoy en este mundo podría ser nuestra perdición. El humano moderno ve más cambios en un mes que lo que nuestros antepasados veían en muchas vidas.
Mantenernos a la retaguardia contra una marea inexorable de realidades sociales cambiantes, económicas y técnicas es una vía a la irrelevancia – o a algo mucho peor.
Hay demasiado en juego. Hoy nuestra especie comparte un planeta globalmente conectado e interdependiente, y amontonarnos con nuestra tribu y gruñir juntos en las sombras puede asustar a un león escondido en los arbustos, pero las amenazas como la superpoblación, el calentamiento global o la destrucción del ecosistema no se asustan tan fácilmente.
El cerebro humano cumplió la mayoría de edad dentro de una caja. Pero también desarrolló la capacidad de salir de esa caja cuando se necesitara.
Lo hemos hecho antes. Pero tomar el control de nuestras propias capacidades e instintos, corta mucho más cerca de la médula que repensar la física newtoniana.
Nuestro destino está en nuestras manos. El tiempo dirá si estamos a la altura del reto.